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¿Por qué otoño es la mejor estación para enamorarse?

Sabemos que al leer el titular de este artículo has levantado las cejas y has pensado para tus adentros: ni de coña, chatina. Pero aquí estás, amiga, leyendo esta introducción en modo curiosona y con todas las ganas del mundo de que te devolvamos la ilusión por la triste estación de las hojitas caídas, los boniatos y las castañas.

Estamos de acuerdo en que nada se asemeja a la diversión, el buen rollo y las posibilidades de ligar del verano, pero… ¿quién está hablando de ligar? Dejamos atrás la época del aquí te pillo, aquí te mato para dar paso a las emociones fuertes, al querer compartirlo todo con una persona, al pasarte las noches en vela chateando y, en definitiva, a todo aquello que nos hace sentir que estamos viviendo el amor del bueno.

¿Quieres saber por qué este otoño es muy probable que acabes entregándole tu corazoncito a alguien?

La rutina es tu aliada

Increíble pero cierto. La libertad del verano nos hace estar receptivos y sentir que somos capaces de actuar y tomar decisiones que no llevaríamos a cabo el resto del año. Esta sensación de desconexión es fantástica, pero frecuentemente nos lleva a proyectar una imagen de ocio, tiempo libre y eterna felicidad que termina apagándose de forma dramática la segunda quincena de septiembre.

¿Significa esto que el resto del año vayas a ser una tía amargada? Evidentemente no, pero los compromisos y las obligaciones del día a día forman parte de tu realidad y seguramente no te permitan mantener el nivel de dedicación que le habías prometido a tu ligue de verano, lo que puede terminar siendo una gran decepción para ambos.

Cuando te pillas en otoño, partes de la garantía de que los dos estáis construyendo algo sobre un escenario sólido y realista. Simplemente el hecho de encontrar un hueco para concertar las primeras citas ya dan mucha información sobre la disponibilidad que puede ofrecernos la otra persona; si tiene un trabajo con horarios complicados, si tiene obligaciones familiares, si dedica mucho tiempo a sus hobbies... Y al revés pasa lo mismo con tus preferencias.

Esta situación es ideal para que pongas tus cartas sobre la mesa y dejes caer con una voz dulce y una gran sonrisa en la cara que los lunes y los miércoles, de 19h a 20h, nada ni nadie te va a impedir asistir a tus clases de pilates. ¡Y no se hable más!

Planes y entornos más íntimos

Con el cambio horario y la llegada del frío, empezamos a huir de los espacios abiertos y optamos por planes más cálidos donde las distancias cortas y el acurrucamiento están garantizados. Esto es así, amiga, el cambio de temperatura nos hace receptivos y nos empuja a tener más ganas de intimar con la otra persona.

Y ya no es solo la clásica de cine + restaurante + vamos a casita, que estaremos más calentitos. También es poder estar ligando en un bar atestado de gente sin agobiarse y sin notar cómo va sudándote el bigote a la vez que sube el olor a sobaquillo de tu crush. Sí, lo siento, alguien tenía que mencionar la incomodidad de ligar durante los meses de calor. 

Encuentros (in)esperados

A menudo vivimos totalmente convencidas de que esa persona que tanto buscamos debe estar perdida en algún lugar remoto, pero la realidad es que siempre acabamos encontrándolas en los entornos más frecuentes.

La vuelta al trabajo, a la universidad o a tus actividades de ocio puede sorprenderte con la llegada de alguien nuevo que revolucione tu vida por completo. Pasarse el año moviéndose por los mismos entornos no es muy motivador, pero que las 4 paredes de siempre no cambien no significa que la gente tampoco.

Abre los ojos, muéstrate receptiva y no dejes que la rutina empañe nuevas historias. Conocer a alguien en tu entorno habitual es una oportunidad excelente para acercarte a esa persona de una forma mucho más profunda y natural. Ojito al chico nuevo de la oficina...

Relaciones más sólidas y duraderas

Aunque con un puntito de bajón y pereza posvacacional, para muchas personas el inicio del nuevo curso en septiembre es sinónimo de compromiso. La mayoría visualizamos los meses venideros con ilusión y ganas de construir algo provechoso que nos haga sentir orgullosos a largo plazo. Esto podemos aplicarlo al trabajo, a los estudios, a los hábitos de vida y, por supuesto, al amor.

Los amores que construimos en verano son de ensueño, pero caducan antes que el yogur desnatado que hay en el tercer estante de tu nevera. Bien porque tendemos a idealizarlos, bien porque conocemos a alguien que vive lejos o que es incompatible con nuestra rutina, los chatis que conoces en el chiringuito de la playa acaban siendo solo un bonito recuerdo.

Con la llegada del otoño, tendemos a cambiar las relaciones físicas e intensas por aquellas más afectivas y duraderas. En definitiva, tenemos ganas e ilusión por incluir a la otra persona en nuestra vida y emprender un camino próspero con ella.

 ¿A que ahora ves el otoño con otros ojos?

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